lunes, 2 de diciembre de 2013

Cuando la izquierda me rompió el corazón



Por Juan M. Guzmán-Santoro

Me considero una persona humanamente sensible. Me gustan los conceptos abstractos y creo que el bienestar debe existir sobre todas las personas. La posibilidad -aunque reducida- de que el planeta aún pueda salvarse de nosotros mismos, se amplifica en las voces de los distintos profetas generacionistas, los idealistas y los poseedores del añadido cromosoma humano.

He llegado a entender que los grandes cambios se dan cuando las grandes deficiencias se reconocen. Reconocer nuestras deficiencias se dificulta ya que nos hemos auto-proclamado la especie superior del universo.

Es propio del ser humano tener este tipo de reflexiones, creo yo, y son estos mismos móviles los que han liderado nuestra compleja evolución como seres racionales -aún con generosas limitaciones-.

Es entonces cuando en aquel atardecer de la adolescencia, amanecer adultez, se conoce la verdad de la vida; notando que el resto de cosas y verdades, son solo cuestiones accesorias.

Ya  saben a dónde voy. Una vez cruzada esa puerta, nunca hay vuelta atrás.

Lastimosamente, al hablar de nuestro bienestar desde cualquier enfoque, sea social, existencial, económico o emocional, terminaremos hablando de política, garantizado. Y al adentrarnos en la plática política, derivaremos en un sinnúmero de cosas que distraen la atención del punto medular: El bienestar del mundo y los seres vivos que están bajo nuestro cuidado. 

He ahí una de las sustanciales diferencias conceptuales entre el “dogmatismo político” y lo que en verdad importa. ¿Cierto?

En fin, las personas que tienen o han tenido este tipo de pensamientos -que los comparto- somos los individuos propicios para, en cierto punto, doblarnos hacia la izquierda política. Ojo, esto también nos convierte en su mejor carnada.

La izquierda promueve un ideal maravilloso, justo, humano; equitativo desde cualquier óptica y revolucionario, para quienes percibimos las injusticias de nuestra realidad. Al poder emotivo de esta idea solo lo supera su crueldad práctica, lo cual ha dado lugar a la máxima “Un corazón de izquierda suele morir asesinado por sus propios políticos”.

Pero, ¿Qué pasa con la izquierda?

Es complejo cerrar el círculo argumentativo en respuesta a esta pregunta. Con el pasar del tiempo me di cuenta de varias cosas, sin embargo hoy centraré la atención en lo que he puedo catalogar como una macabra relación ontológica entre la pobreza, la educación y la economía.

“La izquierda busca combatir la pobreza”. ¿Qué tan cierto es esto?

La primera meta de todo sector político es adquirir el control de mando. Para que esto sea posible, la izquierda -en un primer momento- se dirigirá hacia aquellos sectores donde mayores injusticias sociales existan. A fin de cuentas, la promesa de la izquierda es romper las injusticias sociales, por lo cual se justifica su respaldo popular.

Una vez que se logra el control de mando, la izquierda se topa con su siguiente rival: la institucionalidad. Este mal, impide que se lleven a cabo las soluciones que la izquierda propone puesto a que las mismas se desvanecen en la cadena de mandos.

Por otro lado, la institucionalidad es necesaria para ejecutar coordinadamente las acciones  que se requieran para que la izquierda cumpla su promesa.

Frente a esta dicotomía, la solución es conceptualmente sencilla: la izquierda empezará a habitar todos los espacios institucionales y políticos posibles. Esto no será un problema ya que las personas que sufrimos injusticias sociales somos mayoría y respaldaremos, a toda costa, la iniciativa.

Finalmente, la maquina está completa, el ensamblaje político-estructural ha concluido: Se tiene el control de mando, se tienen las instituciones y espacios políticos.

¡La hora de cumplir las promesas ha llegado!

Es aquí donde la izquierda se rompe como lo ha hecho a lo largo de la historia, y la explicación que he encontrado es la siguiente:

Al igual que muchos matrimonios fracasan por la pérdida del amor entre los cónyuges, a causa de la aparición de un nuevo amor -amante bandido-; los políticos, durante el proceso de “ensamblaje político-estructural” fueron perdiendo el amor que sentían hacia sus ideales, gracias a la aparición de un nuevo amor: el poder.   

Al igual que el nuevo cónyuge suele tomar las riendas de la nueva relación; El poder es el nuevo motor de la robusta máquina construida en aquellos tiempos de amor entre políticos y sus ideales... buenos tiempos que quedaron atrás.

Con este nuevo motor detrás de todas las cosas, un sentimiento extraño empieza a interiorizarse. Al igual que la familia feliz cayó en abandono por la traición del padre o madre, el abandono popular se empieza a asimilar, lo cual se torna en una amenaza para la nueva máquina del poder.

Es entonces cuando las cosas se tornan evidentes: La nueva máquina del poder ha cobrado vida y necesita subsistir.

Para subsistir, la máquina necesita mantener el control. Para ello, necesita ganar elecciones. Para ganar elecciones, la maquina necesita que existan injusticias sociales -en la mayoría de la población- para poder prometer su eliminación. Prometer la eliminación de las injusticias sociales, requerirá que las promesas sean creídas por la mayoría de la población y es por ello que la máquina, además, necesita que sobre su pueblo impere la ignorancia. Es más fácil ganar elecciones con un pueblo emocionalmente excitable, que racionalmente desafiante.

Si se conjuga este análisis con la figura del voto obligatorio, se verá que para la máquina es más rentable lidiar con los votos de una población pobre, puesto que los estándares económicos de las personas pobres son menores que los de las personas pudientes.

Esto explicaría por qué en épocas de campaña, tantas personas acuden a eventos políticos relacionados con candidatos en los que ni creen, muchas veces. Cuando existe necesidad, se busca la forma de generar ingresos para la familia.

Eso tiene un doble impacto, primero, se consiguen los votos anhelados, y segundo, se logra generar el espejismo del “estado proveedor de empleo”.

En adición, la máquina cuenta con todos los recursos del estado para sí. Recordemos que también domina todos los espacios institucionales y políticos, lo cual le permite controlar los organismos de control que, por concepto, deberían controlar el manejo de los recursos estatales.

Además de las fallas que han existido en el campo práctico -pabellón donde se exterminan los corazones de izquierda-, la doctrina que soporta la filosofía política de izquierda también ha sido refutada desde muchos ángulos, especialmente con la falacia de petición de principios del materialismo histórico y la vasta explicación de la tragedia de los comunes. 


Finalmente y consolidando lo dicho, he mencionado ciertos aspectos negativos de la política actual, enfocando mi análisis en la izquierda, por ser este el corte político con el que me identifiqué gustosamente durante mucho tiempo. 

Tanto en la izquierda, como en la derecha o el centro, donde las personas sientan más identificadas, creo que existirán siempre las aberraciones que nos llevan a cuestionar la esencia y justificación de la política per se. 

A mi criterio, todas las aberraciones encuentran su fundamento en las subjetividades. Como dije al inicio, me gustan los conceptos abstractos, sin embargo me gustaría más vivir en un mundo de bienestar. Criterios incompatibles probablemente, pero a fin de cuentas, esta es una historia de romance y nosotros, tan solo somos otra generación.


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