viernes, 28 de junio de 2013

De normas y drogas

Ya que se ha estado tratando el tema de la legalización de las drogas, hice una versión 2.0 de un artículo que escribí en el 2011[1].

Para unos las normas deben ir de acuerdo a la naturaleza del ser humano. Para otros las normas deben basarse en las consecuencias.

En Ecuador, y en muchos otros países, existen normas que prohíben o limitan la producción, distribución y consumo de drogas. Por ejemplo, nosotros tenemos la Ley de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas que regula gran parte del asunto. Pero, como veremos, estas normas que prohíben las drogas (producción, distribución y/o consumo) irrespetan los derechos que los individuos tienen por naturaleza y producen consecuencias negativas.


Derecho del individuo

Las personas son propietarias de sus cuerpos y de las cosas que legítimamente adquieran.

En ese sentido cada uno es libre de hacer con su cuerpo lo que desee, siempre que con él no violente las propiedades de otros. Por ende, el consumo voluntario de drogas que cada persona realiza es totalmente legítimo, pues al hacerlo no se menoscaba propiedades ajenas. 

Los paternalistas podrían decir que la prohibición tiene como fin proteger la integridad del consumidor, pero ¿quién sabe más sobre lo que cada uno necesita: los burócratas o los dueños de cada cuerpo? Claro que los segundos. El Estado está lejos de saber qué es lo que necesita cada individuo. Además, siempre actuamos para pasar de un estado menos satisfactorio a uno más satisfactorio, por eso quienes libremente se drogan sólo buscan estar mejor. Entonces, ¿quiénes somos nosotros para coaccionar a esos consumidores? Nadie.

En la misma línea están los que con sus legítimos bienes producen drogas. Una vez más, si no se viola las propiedades de otros, estos productores deben ser libres de comercializar sus productos, así como los consumidores deben ser libres de poder adquirirlos. En este negocio nadie coacciona contra nadie, sino que se crea un libre acuerdo entre las partes, asunto por el cual ningún tercero debe entrometerse. Los dos al contratar cooperan mutuamente en su objetivo de pasar a un estado mejor.

Por lo tanto, normas que prohíben o limitan el comercio de las drogas no hacen más que violar el derecho natural de los hombres, es decir, el de la propiedad.

Consecuencias

La prohibición de las drogas tiene consecuencias consideradas por muchos como negativas:

Aumenta la criminalidad

Para que los consumidores obtengan las drogas que se encuentran prohibidas necesitan de productores y distribuidores que sepan romper la ley de manera exitosa. Pero burlar la ley no es tarea sencilla, se necesita de muchos recursos. Estos recursos hacen que las drogas cuesten mucho más que si éstas estuviesen libres. Para muchos consumidores los precios de las drogas llegan a límites casi inalcanzables, lo que lleva a que cometan delitos como hurto y robo para poder conseguirlas.

Entre los recursos que necesitan los carteles está el personal especializado y equipado para enfrentar a la fuerza pública en caso de que se interponga en su camino, personal que no dudaría en eliminar a todos aquellos que pretendan hacer caer el negocio, en un palabra: criminales. Y no sólo eso, sino que en este tipo de negocio se forman muchos que luego ofrecen sus servicios de manera independiente, como los sicarios.

En todo negocio existe acreedor y deudor, y cuando entre éstos surge un conflicto contractual que no puede ser resuelto por ellos mismos tienen la posibilidad de acudir a la justicia ordinaria. Pero esto no sucede dentro del negocio de las drogas, pues son ilegales, sino que el cobro de las deudas se maneja de una forma excesivamente violenta y delictual, como con asesinatos, robos, atentados y más.

Y entre toda esta violencia son víctimas muchas personas inocentes, personas que no tienen nada que ver con el negocio de las drogas. Los partidarios de la prohibición ansían una buena salud para los consumidores, ¿pero qué es más justo: que sufran las consecuencias aquellos consumidores que voluntariamente decidieron drogarse o que las sufran personas inocentes?

Aumenta el consumo

Esto es interesantemente extraño. El consumo de drogas en los últimos años ha aumentado pese a que la guerra en contra de ellas se ha incrementado, según un informe elaborado por la Comisión Global de Política sobre Drogas de la ONU[2]. No obstante, en Portugal el consumo disminuyó al dejar en libertad la tenencia de drogas, resignándose a perseguir como criminales a los consumidores y enfocándose en ayudarlos a salir de la adicción[3].

Aumenta la corrupción

Comprar a funcionarios públicos es básico para el buen desempeño del negocio de las drogas. Si vieron la serie de Pablo Escobar se darán cuenta de que es así, sino recuerden el caso de los policías federales en México.

Aumenta el desempleo

El comercio de las drogas crea empleos, así como las tabacaleras, las cervecerías, las farmacéuticas, etc. Acabar con este comercio es acabar con puestos de trabajo en un mundo donde escasean.

Ineficiente gasto público

La meta del Estado de erradicar las drogas de la sociedad es un asunto tan complejo que hasta ahora no ha podido lograrlo, y nunca lo logrará. Pero en su terquedad ha decidido armarse hasta los dientes gastando millones de dólares de los ciudadanos, dinero que bien podría servir para otras causas o, mejor, dinero que podría permanecer en los bolsillos de los contribuyentes.

De esta manera vemos que los efectos de la prohibición de las drogas no son favorables.

Solución

Se tiene que dejar en libertad el comercio de todas las drogas. La prohibición viola los derechos de los individuos y conlleva consecuencias fatales. Los Estados deben admitir que perdieron la guerra y derogar la prohibición, como ocurrió con la Ley Volstead en Estados Unidos. Sólo queremos una sociedad más libre y pacífica.




[1] Barrionuevo, C. (2011). Dile sí a la liberalización de las drogas.  Recuperado de http://barrionuevochavez.blogspot.com/2011/07/dile-si-las-drogas.html
[2] Reports. Global Commission on Drug Policy. Recuperado de http://www.globalcommissionondrugs.org/reports/
[3] Drogas sin castigo: ¿fin del mito? BBC Mundo. Recuperado de http://www.bbc.co.uk/mundo/internacional/2009/07/090702_drogas_portugal.shtml

miércoles, 19 de junio de 2013

Reflexión Misantrópica

Vivimos en una realidad que el hombre ha intentado entender y explicar a lo largo de toda su existencia. Dentro de esto, un montón de grandes ideas fueron desechadas y otras locuras se volvieron ciencia. Hoy nuestro limitado pensamiento nos narra la historia de una extraña civilización que apareció dentro de un extraño planeta en un extraño día. Tu vida, nuestra vida, y la vida en sí como una característica propia de nuestro mundo es para nosotros un hecho natural, lógico, explicable por la unión de determinados elementos biológicos bajo determinadas circunstancias fácticas. Sin embargo, tu vida, nuestra vida, y la vida en sí para el resto de nuestro sistema solar, hasta el día de hoy, sigue siendo una cruda excepción.


Religión, política, economía, etc., son las clásicas respuestas humano-estructurales inventadas como un intento infructuoso de explicar una existencia que, muy probablemente, haya sido consecuencia del mayor error cósmico del universo. Posibilidad que las ideas nunca imaginan, que los sueños nunca revelan y que al mismo cerebro aterroriza, pues al ser vivo le está prohibido imaginarlo. Esta posibilidad es el fundamento de todos nuestros miedos y es la energía detrás de lo que nosotros consideramos opuesto a lo positivo. Es simple; estamos solos, y a nuestra mente no le es permitido aceptarlo por una sencilla razón: Miedo. No solo de ser los únicos, sino de haber aparecido sin ser invitados. Somos ellos, la consecuencia de aquel error de la armonía infinita que culminó en lo que hoy llamamos “vida”; somos los villanos de las fabulas animales; las principales víctimas de aquella exclusividad autoproclamada en la administración y repartición de los recursos naturales; somos los responsables de las justificaciones existenciales derivadas de nuestra supuesta “razón” y de sus consecuencias., De los buenos, los más malos; De los malos, los menos coherentes; somos nosotros, esa la luz y oscuridad, bien y mal, amigo y enemigo, siempre de forma circunstancial. Personificamos la antagonía dual de creer en un "todo", mientras claramente somos la excepción de la "nada". La verdad es que nos cuesta admitir que una especie superior no nos hubiera venido nada mal, y que el mundo sin nosotros, quizás, sería muy parecido al cielo. Pero es así, el amor hacia nosotros mismos supera cualquier noción universal, con la excepción del amor que sentimos hacia las cosas que podemos explicar y regular bajo nuestras leyes. Explicar las cosas nos hace grandes, sin embargo, y como seres circunstanciales, ocultamos tras bastidores las cosas que no podemos entender ni explicar, y volcamos su contenido a fuerzas de iguales características. Está claro que en esta realidad delimitada por las variantes del tiempo y del espacio hemos favorecido a una, porque la otra nos aterra. Dignificamos al tiempo y lo invitamos a formar parte de nuestros días, cada día. Nos agrada el tiempo porque lo entendemos y lo controlamos; pero callamos y nos aterra el espacio pues fundamenta nuestra equívoca existencia. Así, reiteramos al tiempo como una herramienta humana para ubicarnos, de forma simpática, en el espacio, ya que sin él, solo nos quedaría la pena de existir


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lunes, 10 de junio de 2013

Actos, no actitudes



Según la legislación ecuatoriana, se castigan los hechos; no los deseos o pensamientos.1 De lo contrario, se estuvieran condenando simples actitudes en lugar de actos, lo que además de ilegal es injusto.

Lamentablemente, es mucha la gente a quien esto le fastidia. Estas personas adolecen de lo que solo puedo llamar ligereza penal. Cuando alguien es grosero con ellos, su primera reacción –pareciera que les nace del hígado- es amenazar con meter preso a ese desgraciado. Tengo la impresión que les satisface imaginar en un calabozo a quien sea que no los trató como ellos piensan que merecen ser tratados.

Que exista esta tarjeta es el mayor sueño de los entusiastas penales

Lo que esta clase de personas no quiere entender es que el fin del Derecho Penal no es ser el brazo armado de sus antipatías o rivalidades. Más bien, la razón por la que existe un sistema de fiscales, jueces, tribunales y prisiones es para disuadir aquellos actos que causan gran alarma entre los individuos que componen la sociedad ecuatoriana. Ahora, en vista de que este enorme poder coercitivo conlleva un riesgo de igual proporciones, el Derecho penal ha ido refinándose – siempre a pedido de juristas y ciudadanos- para volverse más garantista de los derechos de las personas. Así, se llegó a consagrar el principio de nullum crimen, nulla poena sine praevia lege, o en cristiano, que solo se puede castigar aquello la Ley ha determinado como delito previamente a su comisión.

Este principio se ha extendido hasta lo que conocemos como tipicidad penal, que quiere decir que los delitos deben estar definidos de la manera más específica posible, y que para condenar a alguien, se deben haber cumplido al 100% con los elementos de dicha definición. Si el derecho penal fuera clase de arte, la conducta del sospechoso tendría que ser un calque perfecto del dibujo que definió el delito. Esto es una seguridad para la ciudadanía en general, pues permite saber con mayor exactitud cuáles actos están prohibidos. El resultado es un Código Penal que funciona como catálogo de delitos, donde se ven exhibidos aquellos hechos que realmente indignan a los miembros de la sociedad.

En las últimas semanas, he visto en redes sociales dos casos de personas a quienes les pareciera estorbar estos principios penales. Apenas aparecen mensajes negativos hacia ellos, amenazan con ir a la Fiscalía o al juzgado. Pareciera que quieren que el sistema criminal funcione según lo descrito en el segundo párrafo, es decir, a su capricho.  Afortunadamente, nuestro Código Penal es enfático en este punto: para ser condenado hay que cometer una conducta tipificada como delito. Todo lo demás, por más altanero y maleducado que fuere, no es susceptible de ser criminalizado. Y es que el Derecho castiga actos, no actitudes.



1 Código Penal, arts. 16 y 17.